El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan... demasiado rápido para aquellos que temen.... demasiado largo para aquellos que sufren.... demasiado corto para aquellos que celebran... pero para aquellos que aman, el tiempo es eterno. — (Henry Van Dyke)

martes, 20 de diciembre de 2011

CAPITULO DE MI NOVELA (Cada Vez Más)



El deterioro paulatino de las relaciones familiares, la aburría. La despreocupación aumentaba el silencio, arrastrándola dolorosamente. Miserias humanas repletas de desencuentros que le hacían perder el entusiasmo, resignando atenciones, en un espacio que la desplazaba.
Reservada… abandonada a encimismarse, le costaba hasta la propia aceptación y no servían las lágrimas. A diferencia de otras niñas de su edad, Magola, desde muy pequeña conocía los peligros de la calle. Con siete años a cuestas la mochila le resultaba pesada y los silbidos del silencio estaban llenos de caras feas que la asustaban hasta desvelarla… oscuras, raras…
Arrinconada y ociosa, sin hogar esperaba con recelo llena de miedos. Aprendiendo a vigilar su mundo chiquito. Cansada por la angustia y la pesadez de los sueños con remiendos. Sin esperanzas.
Por momentos perdía la noción del tiempo recreando en su mundo imaginario la vida que miraba pasar.

- Usté disque le gusta ir a la feria del juguete? – decía Virgilio a su hermana para entusiasmarla. – camine… vamos!… en una desas tenemos suerte.

- Es que ahí todos hablan lo más de bonito. Ahí es distinto. – decía Magola.

En vísperas de Navidad, los árboles y edificios de Bogotá se iluminan. La magia de las ilusiones colorea las fantasías y ellos sentían la misma ansiedad que todos en esa época del año donde no hay hombres malos.

- Sabe usté… el año anterior tuvimos suerte. Lo más de bueno. Ganamos una docena de pistolas fulminantes y las vendimos a veinte pesos. – le contaba Virgilio a un compinche recién llegado a la gallada. – está harto de gente.

No podía sosegarse, tenía necesidad de sensaciones buenas y todo emocionaba a Magola. Luces de colores y música agradable, brillo y fascinación que no podían comprar pero podían mirar… esas transparencias por donde los ángeles transitan…
Soñaba con una mamá como las de la feria, pendiente del juego con las manos cargadas de mimos y payasadas, sólo para ella, sin vergüenza al ridículo. Tenía el corazón atormentado con esa única ilusión… y estaba descartada. Convencida de que no debería de ser muy buena porque de otra manera su historia tendría mejor suerte.

- Los buenos tienen mamá. Una mamá calentica para cuando hace frío… – decía resignada. – Nadie presta la suya…

Sin embargo y a pesar del clima frío, en ocaciones, lograba mostrarse obstinada. Mansa por fuera pero orgullosa por dentro como si un fuego interior la sostuviera. Erguida, atravesando el vacío con la mirada, sin horizonte.
La Navidad latía en todo su cuerpo y en aquella, especialmente, el corazón empezó a palpitarle con fuerza, acelerado, sospechando que el esfuerzo de mantenerse en pie le pesaba. Entre tanta gente sintió pánico y temblaba. Virgilio estaba cerca para sostenerla, pendiente de sus reacciones que lo tenían preocupado. Unos minutos después, con cuidado, pudo llevarla hasta la salida y la acomodó a un
costado pensando que el aire de la calle y alejarla del tumulto podrían mejorarla.

- No esté triste… le prometo que vamos a encontrar un lugar seguro. Vamos!… acompáñeme a buscar comida.

Ahogada por contener las lágrimas lo miraba pálida rogando porque así fuese, pero no podía.

- Estoy un poquitico mareada, no tenga miedo… oyó? – le contestó calmada para no preocuparlo.

Un señor muy alto y elegantemente vestido apareció cerca de ellos. Sucedió de repente. Tenía chambergo negro, tapado y paraguas. Lo único blanco era la camisa porque la corbata, también era negra. Cuando lo vieron sintieron mucha paz, como si el tiempo caminara lento… Habían perdido el frío y olvidado el malestar. El señor, casi, no se movía. Mantenía su paraguas abierto para no mojarse. Con una mano lo sostenía, la otra estaba metida en el bolsillo. Parado junto a ellos mirando hacia delante. Parecía que su ropa no filtraba las gotas de lluvia. Y en ese soplo de gracia, en ese sutil momento de la noche, como nunca, sintieron sus palabras en lo más profundo del alma, delicadísimas, etéreas, indefinibles…

- Pídanle a los brillitos del agua, con el corazón, que los deseos se cumplen.

Y listo para partir, dejándolo sin musitar palabras, lo miraron desaparecer entre la multitud llameando una ilusión.

- Era muy aceao… Parecía lustrao… Miraba lentico como si no entendiera… Nos dejó comida, monedas y desapareció. Ni siquiera pudimos decirle gracias a sumercé…



CARMEN DEL BLANCO

4 comentarios:

Javier Muñiz dijo...

Hola,preciosas y profundas letras van desnudando placidamente la pura y genuina belleza germinal de este blog, si te va la palabra encadenada, la poesía, te espero en el mio,será un placer,es,
http://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
gracias, buen día, besos reales...

Carmen del Blanco dijo...

Hola, don Vito... preciosas son tus palabras para conmigo. Te estuve leyendo y continuaré... se advierte un mundo de sensaciones... Poesía.
Un abrazo y gracias

Javier Muñiz dijo...

Hola Carmen,regreso ligero de equipaje a tu hermosa casa, aquí me quedo, muchas gracias, pasa buena tarde,besos entregados..

Carmen del Blanco dijo...

Y yo gustosa de recibirte. Una alegría poder compartir las letras contigo. Un abrazo