Apagada palpita la voz desoida, en la barca del desaliento. He buscado como remero incondicional la orilla de la esperanza y la rapidez de la corriente, impiadosa, me desarma. Percibir el consuelo fecunda la estación de las lluvias y confesar los pesares, sin permiso, me adoctrina a detenerme penosa y triste. Atraida por la desdicha, que me cuestiona y me limita...
Si el arte es vida, tambien es muerte coronandola... amables mudos silencios que al devenir sus prodigiosos pasos, frecuenta la agonía.
Y es desde esta orgullosa impertinencia que me digo, paciencia..., y riete de mi, apropiada noche.
Ya sin voluntad espero las faccioes del dolor, míseras y pobres preocupaciones vaciando la imaginación.
Ahora lo se, no sólo porque me lo enseñaron, sino porque lo han visto mis ojos, mi corazón y la mullida voluptuosidad de la desesperación.
CARMEN DEL BLANCO
2 comentarios:
Jamás desesperes.
Dicen que preocuparse está permitido, desesperarse, no. Sin embargo aún sabiéndolo, tuve un día lluvioso.
Gracias Jorge, muchísimas gracias.
Un abrazo.
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